Las tunas mantienen vivas las costumbres heredadas de los estudiantes universitarios del siglo XIII. Alfonso X el Sabio se refirió a los tunos como juglares, en su Código de las Siete Partidas diciendo : "Esos escolares que troban y tañen instrumentos para haber mantenencia". . Coetánea suya, también lo hizo la obra Razón de amor con los denuestos del agua y el vino, describiendo las cintas que aún penden sobre la capa del tuno: una por cada conquista amorosa.
El Arcipreste de Hita, en El Libro de buen amor, subraya su carácter mendicante.
... en el cortejo que sale a rescibir a Don Amor : la guitarra morisca, el corpudo alaut, la reciancha bandurria, el panderete ( que ) con sonajas de azófar faze dulce sonete.[1] .
"Libro del Buen Amor", Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, Act 1232.
La tuna en sus orígenes aglutinaba a aquellos estudiantes que por su condición económica no podían costearse su estancia en la universidad, y trovaban por las fondas y mesones para conseguir algo de dinero y un plato de sopa con los que mantenerse. Por esta razón se les conocía como "sopistas", y se decía que vivían de la sopa boba.
Para tales menestéres portaban guitarras y bandurrias, y cantaban coplas populares. También se servían de sus habilidades musicales para enamorar a las doncellas que pretendían. Constancia de ello queda en la primera referencia escrita que hay sobre las Tunas, que se encuentra en el archivo de la Universidad de Lérida, y en la que se prohíbe a los estudiantes hacer rondas nocturnas bajo pena de confiscarles los instrumentos.
No puede hablarse de tunos, hasta 1538, año en que los sopistas se acogieron a las viviendas benéficas que les ofrecía la Instrucción para bachilleres de pupilos. A partir de ese momento, comenzaron a cantar sin que en ello les fuera la supervivencia. Porque, entonces, los ya ex sopistas, en calidad de estudiantes veteranos, se hicieron servir como escuderos por los «bobos» o estudiantes nuevos, a los que supuestamente debían apoyar, según la norma, a cambio de legarles su gaya ciencia musical.
Lo cuenta «La vida del pícaro Guzmán de Alfarache», haciendo hincapié en el status de estudiante rico que así alcanzaron los otrora sopistas. Luego, en El Buscón de Francisco de Quevedo, se habla de las bromas que les aguantaban los estudiantes novatos, hasta cumplir el meritoriaje que les terminara equiparando a ellos...
El tuno mendicante casi desaparece de la escena española merced a la abolición del traje de estudiante en el año de 1835, y posteriormente a mediados de siglo durante la regencia de María Cristina, que permite la libre asociación, se crean asociaciones de músicos y artistas entre las que sobresalen las "estudiantinas", grupos musicales a la batuta de un director, con un formato de número musical que fue todo un éxito en la época, haciendo que estudiantinas como la "Figaro" trascendiera fronteras y continentes.
A imagen de estas estudiantinas, se recrean en las universidades españolas las primeras Tunas como las vemos hoy en día, que evocan las otroras comparsas de estudiantes que con sotana y manteo raído recorrían ciudades y campos, pero ahora con el traje y formato musical de la estudiantina.
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